miércoles, 11 de abril de 2012

Una nueva sensibilidad frente a la iniciación cristiana

1.   Una nueva sensibilidad frente a la necesidad actual de la iniciación cristiana

La pastoral de la iniciación cristiana despierta hoy en la Iglesia un gran interés y preocupación. Se advierte la necesidad de recuperar hoy el sentido de la iniciación cristiana y conceder a la misma, el lugar que le corresponde en la vida de la Iglesia.

Las razones de esta nueva sensibilidad son varias:
Hoy no es posible pensar en una iniciación cristiana, realizada de modo casi espontáneo, por influjo del ambiente.
La nueva situación cultural y social presenta las características de una fuerte secularización que determina, en muchos casos, el debilitamiento y hasta el abandono de la fe.

         Esta situación lleva a los pastores a la necesidad de impulsar una acción pastoral estrictamente misionera, que lleve a los bautizados a la conversión y a la adhesión consciente y responsable a Dios.

         La familia, por su parte, también recibe el impacto de la secularización  y raramente constituye hoy un ámbito cristiano capaz de formar a sus hijos en la fe recibida.

         Todas estas realidades van suscitando en la Iglesia la necesidad de revisar en profundidad la pastoral de la iniciación y restablecer, en toda su originalidad, la iniciación cristiana.

         Esta realidad nueva, exige para la catequesis volver a las fuentes  y al contexto histórico en que vivió la Iglesia en sus inicios, muy parecida a la nuestra.

         La iniciación cristiana en el catecumenado primitivo supone un camino o proceso de formación por etapas en el que se integran:

El primer anuncio de Jesucristo que se encaminaba  a suscitar la fe y la conversión.
La instrucción catequética.
El cambio radical de vida.
La experiencia litúrgica y de oración, la formación espiritual.
La celebración de los sacramentos del bautismo, confirmación y eucaristía, por los que los candidatos son incorporados al misterio de Cristo y a su Iglesia.

         Por otro lado el catecumenado pos bautismal, que afecta a los niños que son incorporados en los primeros meses de su vida, en el misterio de Cristo y en la Iglesia por el bautismo, supone un itinerario catequético y sacramental que se desarrolla a lo largo de la infancia y adolescencia.

         Al respecto afirma el Catecismo de la Iglesia Católica:

“Desde que el bautismo de niños vino a ser la forma habitual de celebración de este sacramento, éste se ha convertido en un acto único que integra de manera abreviada las etapas previas de la iniciación cristiana. Por su misma naturaleza  exige un catecumenado posbautismal. Se trata del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis” (CCE 1231).

         La iniciación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, después de celebrado el bautismo en la infancia hoy día presenta cantidad de dificultades que han de tenerse en cuenta para evitar reducir la catequesis de estas edades a la enseñanza o a una tarea presacramental.

No se ha de dar por supuesta la fe y la conversión en los niños; se hace necesario tomar conciencia que los bautizados de toda edad son destinatarios del primer anuncio, incluyendo a los niños bautizados.
Ha de asumirse el despertar religioso de los niños y plantear el primer anuncio a ellos, a sus familias y a los adultos responsables de su educación, como paso previo a cualquier forma de catequesis.
         Esto pide que, celebrado el bautismo, la comunidad cristiana no deje abandonada a la familia ni al niño para que en el hogar mismo suceda la socialización primera de la fe.

         La finalidad de la iniciación cristiana de los niños no es:
La primera comunión sino la incorporación a la vida comunitaria y a la eucaristía en la comunidad adulta.

         Dadas las dificultades que se encuentran hoy para que la familia cumpla su tarea evangelizadora, la comunidad eclesial ha de evangelizar a la familia y ha de favorecer espacios comunitarios para los niños, de modo que ellos puedan crecer permanente y continuamente en la fe y así, ellos se hagan también  discípulos misioneros de Cristo en la familia, en la Iglesia y en el mundo.

         La iniciación cristiana para niños y preadolescentes exige, por lo mismo, un proceso gradual o itinerario catequético con todos los elementos anteriormente señalados ayude a madurar en la fe.


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